Buscando a Batad (Filipinas I)

Enfilo la recta final de este Filipinas en bici, de este previo calentamiento vacacional de cara a los 3 meses que me esperan en Japón. 3 de Junio a medianoche vuelo a Osaka, y de alli hacia los confines del Sur para terminar en los del Norte, del Cabo Sata al norte de Hokkaido, pero aún estoy en Filipinas, y aunque es muy mío, y un claro error el tener siempre en la cabeza lo que ha de venir, la perspectiva nipona está ahí, asomando tras el horizonte.
En Filipinas aterricé un 6 de Mayo; diecinueve días que se me antojan vida y tres cuartos, pues no hay nada como viajar, y si me apuras viajar en bici, para exprimir los segundos que hemos de vivir. Un 6 de Mayo recibí alojamiento en casa de ilustre palentino expatriado en estas tierras de islas, colores y sonrisas. Un par de días en la sofocante Manila para comprobar que, como muchas otras grandes urbes en estas latitudes (Kampala,Kuala Lumpur, Bangkok, Tegucigalpa, Kigali, Calcuta o Karachi…) las aglomeraciones humanas de desheredados buscando un pedazo de pan que llevarse a la boca convierten estos lugares en infiernos de miseria y podredumbre construidos a dos alturas: la de aquellos que malviven entre desperdicios, orines y basuras a ras del suelo, y quienes solo ven horizontes asépticos de tejados y edificios desde las alturas de sus bien acondicionados bloques de apartamentos.

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Atardece en la cubierta camino de Bacolod con el perfil volcánico de la Isla de Mindoro en el horizonte

El calor es sofocante en Manila en Mayo, una humedad constante cercana al 100% y temperaturas que no bajan de los 30° durante la noche. Ganas de escapar buscando islas paradisiacas y playas remotas.
Un ferry, el primero que salga dirección a cualquier parte, no conozco, apenas he mirado mapas, todo será nuevo, todo estará bien. Un ferry, el primero que zarpe, el primero que zarpa, destino: Bacolod. Un momento, déjame echar un vistazo al mapa, isla de Negros, a medio camino del Sur. Está bien. 2100 pesos, veintiuna horas.
Bacolod, capital de la provincia norte de la isla de Negros, poco más que un puerto marítimo comido por la herrumbre y casas, muchas casas, de madera, de chapa, de retazos aprovechados de aquí y de allá, un mercado de carne, pescado y verduras envuelto en los fuertes de los alimentos crudos expuestos al calor bajo tejados de uralita, porque hace calor, mucho calor, un calor infernal. Va a ser duro.
6:30 am, 35° centígrados. Primeras pedaladas, primeros kilómetros.

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Geografía trastornada, Valladolid junto al mar.

Salir de la ciudad, tráfico y una carretera paralela a la costa pero un kilómetro tierra adentro. El agua se consigue en máquinas expendedoras a 3 pesos el litro (50 pesos = 1€). Atravieso Valladolid, Pontevedra, San Pedro, geografía trastornada en este rincón del mundo. A lo lejos la silueta dominante de dos grandes volcanes entre

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Caution Falling Coconut

las brumas del calor de mediodía. Una sola playa y semiprivada, por lo que mi sueño de plantar la tienda junto al mar se esfuma con las palabras al atardecer del encargado del lugar. No hay tiempo para suplicas ni lugares en donde acampar. Superpoblación y cultivos son mala combinación. Ya de noche encuentro una antigua iglesia con patio en donde vivaquear, porque dormir lo que es dormir se hace complicado.

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Primera playa del viaje. Al anochecer todo mi gozo en un pozo

La historia se repite en la Isla de Negros en los días sucesivos, y se repetirá en el resto de islas que visitaré: Bohol, Cebú, Samar y Luzón, pues las playas accesibles se concentran en los cuatro lugares turísticos del pais (Palawan, Boracay, Siquilor, etc.); en la Filipinas profunda, en la real, la que no aparece en los panfletos turísticos, apenas hay espacios en donde no esté marcada la zarpa del hombre.
Aún así el país me va gustando, porque un pais, además de por su geografía, está conformado por sus gentes y aquí ambos son excepcionales.
(Continuará…)

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Circulando por la superpoblada costa de la Isla de Negros, se hace difícil encontrar lugares en donde haya un pedazo de tierra sin humanos, siglo XXI.

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